En un Dios personal, todopoderoso, creador del Universo que siente, piensa, decide y está presente en todas las circunstancias de nuestra vida; al cual oramos y a quien confiamos el cuidado de nuestras vidas sabiendo que todo lo que nos sucede resultará para nuestro bien. No solo creemos en su existencia sino también en su amor, demostrado al enviar a su único Hijo, Jesucristo, a la tierra a morir en nuestro lugar y adoptarnos para que nosotros también seamos llamados "hijos de Dios".
Siendo Dios se hizo hombre cuando nació de la virgen María. Predicó el arrepentimiento, el perdón de pecados, la libertad a los que estaban cautivos en sus angustias y enfermedades; prometió descanso a los fatigados, abundancia a los que nada tenían y vida eterna a los que creyeran en él. Fue crucificado, sepultado, resucitó al tercer día, venció a la muerte, ascendió al cielo para convertirse en el único mediador entre Dios y los hombres; juez de vivos y de muertos; Rey de reyes, Señor de señores; a quien amamos porque él nos amó primero y esperamos porque prometió regresar con poder y gloria para establecer su gobierno eterno.
Que tiene la misión de convencemos de nuestras faltas, infundir el deseo de cambiar de actitud, producir una vida nueva; de consolarnos en nuestras tribulaciones, ayudarnos en la oración, crear sentimientos de amor, gozo, paz, paciencia, bondad, fe, humildad y dominio propio y de capacitamos para servir a Dios. Creemos que cuando una persona se convierte a Dios, es sellada por el Espíritu Santo como propiedad divina y, el mismo Espíritu le da la seguridad de que es un hijo de Dios.
Después de un genuino arrepentimiento seguido de una aceptación sincera a Jesucristo en el corazón y un decidido reconocimiento de su autoridad como Señor, (todo esto significa “creer en Cristo”) el siguiente paso es el bautismo.
Jesucristo dijo: “El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado.” (Marcos 16:16)
A esta altura de la historia cristiana y de la investigación bíblica, queda fuera de toda duda y cuestionamiento que el verdadero bautismo es el que se practica por inmersión: sumergiendo completamente en el agua, por tres razones fundamentales:
ES POR INMERSION POR RAZONES ETIMOLOGICAS.
Simplemente porque la palabra “bautismo” significa “inmersión”.
ES POR INMERSION POR RAZONES TEOLOGICAS.
El bautismo debe ser por inmersión porque interpreta la muerte, la sepultura y la resurrección de Jesucristo. Y dentro de este hecho histórico estamos incluidos todos aquellos que hemos creído en Él.
ES POR INMERSION POR RAZONES ECLESIOLOGICAS.
El bautismo por inmersión es también una figura que representa la incorporación del nuevo creyente a la iglesia, que es el Cuerpo de Cristo.
El bautismo por inmersión es un bautizo efectuado sumergiendo totalmente en agua a la persona que se bautiza. El bautismo por inmersión es diferente al bautismo por aspersión.
Al aceptar a Cristo nos identificamos con él en su muerte, su sepultura y su resurrección. Así que, en Cristo somos personas nuevas.
El bautismo en agua simboliza la transformación que ocurrió en el momento de nuestra salvación.
El bajar al agua, simboliza nuestra identificación con Cristo en su muerte y sepultura. El subir del agua simboliza nuestra resurrección a una vida nueva.
El bautismo no es opcional, sino es un mandato para ser obedecido por cada creyente.
Con el bautismo damos testimonio público de que ya somos salvos.
Después de la primer ordenanza del Señor Jesús, que es el bautismo, la segunda ordenanza es, como iglesia , participar de la Cena del Señor como Él mismo indicó horas antes de ir a la cruz.
Mateo 26:26-30